Llevamos un ritmo de vida demasiado acelerado: las horas que dedicamos al trabajo, la conexión continua con la tecnología, sobrecargar nuestra agenda con compromisos que nos cuesta cumplir, intentar buscar huecos para nosotros mientras limpiamos la casa, hacemos la compra y cuidamos de nuestros hijos. El famoso estado de estrés en el que vivimos, nos lleva a anhelar esos momentos de paz y calma, de hacer lo que realmente nos gusta, o simplemente hacer nada. Por eso, la frase de “Tengo ganas de que llegue el fin de semana para desconectar”, es una de las frases más célebres que escucharás de cualquier persona durante los días laborables.
¿A ti también te pasa?
Déjame decirte que esa desconexión de la rutina que anhelas, no es más que un signo de que, lo que realmente te pide el alma, es conectar contigo mismo.
Se dice que el ritmo de vida de la sociedad actual es una de las causas principales del estrés, aunque, en mi experiencia, no es una causa, sino que es una consecuencia que surge debido a la desconexión que tenemos con nosotros mismos.
Fíjate en esto: En un día laborable cualquiera, esta es la rutina de una persona cualquiera:
- Te levantas y tu mente ya está con la cancioncilla de cada día y con la lista de cosas por hacer.
- Te acuerdas de la reunión que tienes a primera hora, pero también tienes que llevar los niños al cole y se te pasó reprogramarla.
- Esto te estresa enormemente, por lo que cuando te estás duchando para despertarte, estás repasando mentalmente lo que tienes que decir en la reunión.
- Mientras tanto tus hijos no se han vestido, y han tirado el vaso de leche por la cocina.
- Cuando ves la situación, no puedes contenerte, y tu reacción sale en forma de grito y enfado “¿qué hacéis todavía así, y quien ha tirado el vaso de leche?”.
- No tienes tiempo de recogerlo. Tus hijos se visten rápidamente y, dejando la casa tal y como está, sales por la puerta pensando en todo lo que tendrás que hacer cuando vuelvas.
- Pero justo hoy tienes hora con el pediatra, así que la casa tendrá que esperar. Aunque no te gusta nada dejarla así.
- Mientras conduces para llevar a tus hijos a la escuela, tu mente sigue divagando: la reunión, la casa, el médico, el coche que se te acaba de cruzar, el móvil sonando…no puedes más, y no ha hecho más que empezar el día.
- Llamas a tu pareja con un enfado notable, y le dices que no puedes seguir así. Esto de encargarte de todo por la mañana te estresa, y no puedes más.
- Tu pareja no está muy receptiva, y la conversación acaba en una tremenda discusión, otra cosa más añadida a la lista de tu mente.
- Llegas al trabajo totalmente desequilibrado, pero pones buena cara, como si no hubiese pasado nada: el personaje laboral entra en juego.
¿Imaginas cómo le irá el resto del día a esta persona?
¿De qué manera te sucede a ti lo mismo?
¿Con qué aspectos te has identificado mayormente con relación a tu rutina?
Multipliquemos este día por 5, esta semana por 48 y este año por todos los que llevamos así. Como resultado, pasamos nuestra vida totalmente fuera de nosotros mismos:
- En el tren de los pensamientos:
- Lo que tengo que hacer
- Lo que me gustaría hacer y no tengo tiempo
- Lo que tengo que decir en el trabajo, al jefe, a mi compañero, al equipo, a la de RRHH, a mi pareja, al médico, en el gimnasio…
- En el mar de las emociones:
- Enfado, ira, odio, rabia, tristeza, desmotivación, frustración, ansiedad, entre otras.
- Que acaban derivando en la culpa. La culpa por no llegar a todo, por no estar presentes con nuestros hijos, y/o por no dedicarnos el tiempo suficiente para estar en paz.
¿En qué momento estamos conectados con nosotros mismos?
Te diré cuando NO estamos conectados:
- Cuando nos enganchamos a los pensamientos involuntarios de la mente.
- Cuando nos dejamos llevar por las emociones.
- Cuando juzgamos a los demás como consecuencia del juicio continuo hacia nosotros mismos.
- Cuando no escuchamos el lenguaje de nuestro cuerpo entre toda esta maraña interna.
- Cuando consumimos series de Netflix para “desconectar”.
- Cuando nos duchamos y no estamos disfrutando de la ducha.
- Cuando comemos y no estamos saboreando la comida.
- Y una larga lista que no cabría en este artículo…
Nuestra atención está continuamente dirigida hacia fuera: a qué van a pensar los demás de mí, a la ropa que he visto y que no me puedo comprar, a lo que hace el vecino, el compañero de trabajo, lo que me dice mi pareja…
Y aquí es, amigos, donde se encuentra la principal causa del estrés: la dirección de nuestra atención está constantemente dirigida hacia todo nuestro entorno, en vez de dirigirla y centrarla en nuestro interior.
Somos seres complejos: alma, pensamientos, emociones, cuerpo, ego, lo divino…y el desorden de todo esto hace que vayamos por la vida queriendo “desconectar”, cuando lo que nos va a equilibrar es precisamente interconectar todas estas dimensiones, poniéndolas en orden.
La buena noticia es que esto se puede hacer. Tú también lo puedes hacer. Olvídate de que esto es para gente que es sabia o, simplemente, para alguien que “tiene” más tiempo que tú.
Imagínate que te asignan un proyecto en el cual tienes que montar un cuadro eléctrico para obtener luz. Te han dejado todas las piezas necesarias, pero no sabes ni por dónde empezar: ¿Qué es lo primero que harías?
Efectivamente, lo primero que tendrías que hacer es conocer y saber para qué sirve cada parte: los cables, los interruptores, los fusibles…después, tendrías que conocer cómo se interrelaciona cada parte con las demás y, por último, te dispondrías a construir paso a paso hasta tener tu proyecto finalizado.
Esto es exactamente lo que te va a ayudar a conectar contigo mismo:
Conocerte. Conocer cada dimensión que te compone, saber cómo se interrelaciona con las demás, y ponerlo todo en orden. ¿Qué obtendrás? Un equilibrio interno que, pase lo que pase en el entorno, puedes sostenerlo, sintiendo calma y paz.
En mi experiencia, puedo verificar que esto es así. Yo andaba como la persona del ejemplo anterior, como un pollo sin cabeza por la vida. Una profunda crisis existencial me asoló con la muerte de mi madre, y fue ahí cuando me di cuenta del desequilibrio interno en el que vivía mi día a día.
Busqué y encontré a profesionales que me pudieran guiar en este camino, y a lo largo de estos años puedo corroborar que una misma se puede sostener en equilibrio y en armonía.
¿Qué partes de ti debes conocer?
- El inconsciente o alma: aquí se albergan los patrones o tendencias con los que funcionamos, tanto positivos como negativos. Estos patrones se han construido con los filtros, creencias y mandatos familiares y sociales que hemos ido aprendiendo.
- La mente: entre otras muchas funciones, hay que tomar conciencia de qué patrones mentales seguimos, qué tipos de pensamientos tenemos y cómo todo esto juega de manera positiva o negativa en nosotros mismos.
- Las emociones: hay que conocer las emociones que surgen en nosotros mismos, y comprender que, el hecho de que aparezcan, tienen un sentido profundo. Permítete sentirlas y expresarlas con asertividad y, sobre todo, leer la valiosa información que te está aportando en ese momento.
- El cuerpo: hay que conocer su lenguaje, y cómo se comunica contigo. Normalmente, suele hacerlo a través de síntomas, aunque también mediante signos y señales no tan evidentes.
Todos estos niveles forman parte de nosotros y, si no los conocemos en profundidad, seremos arrastrados inevitablemente hacia el estrés mental, emocional y físico.
Puedes hacerlo. La clave para conocerse a uno mismo es el dominio de la atención: ¿hacia donde la diriges tú?
Te propongo un reto: durante los próximos 20min, disponte a dirigir tu atención a cómo se siente tu cuerpo:
- ¿Surge algún dolor o pinchazo?
- ¿Cómo están tus pies?
- ¿Y tu respiración? ¿Es pausada o acelerada?
- ¿Cómo está tu espalda?
Realiza como una especie de escaneo por todo tu cuerpo, poco a poco, no hay prisa. Luego escribe en una hoja todo lo que has sentido y surgido. Por ejemplo, pueden haber surgido pensamientos o emociones. Escríbelo también.
Cuando lo creas oportuno, para cada cosa que has escrito pregúntate: ¿Qué me quiere transmitir este dolor (si lo hubiera)? ¿De qué manera dejo surgir la emoción (tristeza por ejemplo), si la hubiera? ¿Cómo es que han surgido estos pensamientos (si los hubiera)?
Empezar a conocerse a uno mismo es maravilloso. Cuando comienzas a prestarte atención en todos los niveles, surgen dudas, pero también aprendizajes muy valiosos para seguir adelante, de una manera equilibrada y sana.
Prevenir el estrés en todas estas dimensiones depende sólo de ti. ¿Cuál es tu decisión?
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